sábado, 18 de septiembre de 2021

Los valesanos tras la esperanza americana. De Suiza a la Confederación Argentina.


En noviembre de 1993, la revista “Todo es Historia”, en su número 316 (páginas 82 a 85), publicó bajo este título un trabajo firmado por Jorge E. Padula Perkins sobre los primeros inmigrantes del cantón suizo de Valais que llegaron a la, por entonces, Confederación Argentina.

Más recientemente (agosto 2021) la misma nota fue incluida en el reconocido portal “Apellidos Italianos. Genealogía Italiana en Español…y más”, administrado y dirigido por Analía Montórfano.

Rescatamos para “Periodismo de ayer” este artículo inserto (28 años atrás) en una de las más importantes revistas de divulgación histórica de la Argentina.

Los valesanos tras la esperanza americana.

De Suiza a la Confederación Argentina.


Por: Lic. Jorge Eduardo Padula Perkins.

 

“Prèparòns-nous, chers amis du voyage,

Le jour du dèpart est enfin arrivé.

Disons adieu aux amis du village ;

Pour I Amèrique il faut nous embarquer.”

 

De este modo, en 1857 el campesino Jean Rudaz cantaba al momento de abandonar su pueblo de Vex en el cantón suizo de Valais. Preparémonos compañeros de aventura –decía en la lengua francesa propia del bajo Valais- el día de partir finalmente ha llegado. Digamos adiós a nuestra querida comuna; rumbo a América saldremos embarcados[1]

Es que América, y en particular la Confederación Argentina, ofrecía para entonces una perspectiva amplia de esperanzas, de vida digna para el agricultor, en tierras fértiles y en un país abierto a “todos los hombres del mundo” (como reza la Constitución Nacional) que quisieran habitar su suelo.

Desde 1848 habían comenzado los problemas en Suiza, sin que el Valais fuese excepción, cuando una ley prohibió a los nacionales servir a países o reinos extranjeros, debido a lo cual gran cantidad de mercenarios se vieron impelidos a regresar a sus pueblos, sin trabajo ni recursos.

Hacia 1850 la miseria se sentía en el cantón debido a ese exceso de población y la falta de tierras, a los que se sumaron inundaciones del río Ródano y frecuentes incendios masivos en sus casas de maderas alineadas al margen de calles estrechas que facilitaban la expansión de las llamas.

Es así como salen del Valais los carros que transportan a las primeras familias que dejan sus pueblos en busca de la promesa americana. Hombres, mujeres y niños junto a baúles, cajas, bultos y herramientas, marchan hacia el puerto francés de Havre. Son todo lo que llevan, llevan todo lo que tienen. Pertenencias y esperanzas se hamacan al compás de la larga travesía.

Las advertencias, aunque contundentes, habían tenido menos fuerza que la ilusión de una vida mejor. Dramáticas alegorías había publicado la prensa local, que no eran suficientes para frenar el impulso emigrador. Así por ejemplo el “Courrier du Valais” del 6 de septiembre de 1855 había señalado que “Si hay en la vida humana una circunstancia solemne es aquella en que el hombre, deseoso de un porvenir mejor, deja los lugares que lo vieron nacer para ir bajo un cielo extraño, en busca de bienes que cree no poder encontrar en su patria”, a lo que se agregaban descarnadas descripciones tales como la de una madre que “cerrando contra su pecho a su reción nacido, le pregunta al fiel compañero de sus hazañas no si ellos mismos sino sus hijos, serán felices en la tierra extraña”[2]

Salieron los Dupraz, los Addy, los Rudaz, los Favre, los Micheloud, los Bonzon, los Thenisch...y muchos otros[3], persiguiendo la esperanza de hallar un lugar en donde ejercer su oficio de agricultores sin las limitaciones de una naturaleza estéril.

Pero esos hombres y mujeres de la tierra debían enfrentar al mar...”Por algún tiempo no veremos ya la tierra” anticipaba la canción de Rudaz, arriesgando inclusive la posibilidad de tener que enfrentarse a tempestades, pero, católicos como eran, confiaban en que Dios dictaría su destino: “Car Dieu lui-même dictera notre sort” y en el poder de una humilde oración.

Ochenta días a bordo de un barco a velas duraría la travesía. Ochenta días y ochenta noches en que las plegarias eran el único consuelo ante el hacinamiento de tantos grupos familiares en lugares oscuros, húmeros y nauseabundos, en donde los alimentos se agotaban y el agua se descomponía. Trescientas cincuenta y una personas del cantón de Valais (algunos de la Alta Saboya y pocos de Piamonte) atravesaban el mar soportando hasta lo insoportable en busca de un mundo mejor.

Llegados al puerto de Buenos Aires, los inmigrantes se encontraron con una nueva y desagradable sorpresa, dado que el contrato de colonización para la formación de centros agrícolas en la provincia de Corrientes en virtud del cual habían viajado estaba vencido.

Fue entonces cuando Carlos Beck, uno de los socios de la empresa europea Beck, Herzog y Compañía, dedicada a la emigración e involucrada en la firma de aquel contrato, decidió actuar en tanto su empresa había puesto en juego ante el gobierno suizo una fianza en resguardo de sus súbditos. Se dirigió para ello al presidente Justo José de Urquiza, y obtuvo su autorización para una instalación colonial en tierras de la provincia de Entre Ríos, mediante el otorgamiento de 20 cuadras de terreno a cada familia, dinero para establecerse y empezar a trabajar y alimentos por un año[4]

El destino inicial de los colonos, que a todo esto esperaban en el puerto de Buenos Aires, serían los campos de Ibicuy. Comenzaba de este modo el segundo tramo del viaje de aquellos inmigrantes, valesanos en su neta mayoría, hacia el destino en el que habían puesto todas sus esperanzas. “Por qué llorar y alimentar la tristeza, cuando todo lo nuestro debemos abandonar?. El mismo Dios nos ha hecho la promesa de reencontrarnos en la Santa Ciudad” seguirían cantando para entonces los sufridos valesanos al retomar la marcha.

A principios de junio de 1857 los colonos desembarcaban en Ibicuy, al sur del departamento de Gualeguay. Pero una creciente del Paraná demostraría pronto que no era ese el lugar más propicio para el asentamiento agrícola. Por orden del general Urquiza, el agrimensor francés Carlos Sourigues, encargado de la delimitación colonial, dispuso entonces el traslado de los colonos a la Calera de Espiro, al norte de Concepción del Uruguay.

La goleta “Rey David” y el patacho “Facio” recibieron entonces a aquellos peregrinos y los trasladaron por el río Uruguay, a cargo del suizo Carlos Marty, representante de Beck y Herzog, para arribar a la Calera de Espiro el 1 de julio. El consumo durante la travesía fue de cerca de 370 kilos de galletas y la carne de dos vacunos.

“Cuéntase –dice Schobinger- que el primero en saltar a tierra fue un componente de las varias familias Delaloye que integraban la expedición”[5]

Sostiene Macchi al respecto que “Para el 28 de junio hallábanse navegando rumbo al punto prefijado, el núcleo de inmigrantes que jugaría un rol de importancia en el movimiento colonizador de Entre Ríos. En esa fecha y a bordo de la goleta “Rey David” su patrón Miguel Palma extiende un recibo por provisión de galleta a los inmigrantes”[6]

Posteriormente los equipajes e implementos agrícolas, que habían quedado al cuidado de 14 colonos, fueron trasladados en los lanchones “Niño Prudente”, “San José”, “La Julia” y otros.

Los colonos se asentaron entonces en cercanías de la costa, en casas improvisadas hasta el momento de la delimitación definitiva de los terrenos que les serían asignados. El agrimensor Sourigues dice en una carta remitida a Urquiza con fecha 2 de julio de 1857 que “los colonos llegaron ayer a este punto” y que “están todos en tierra y se ocupan de hacer sus ranchitos para los primeros días”[7]

Mayores detalles ofrece Peyret, quien señala en relación con el asentamiento que “unos ganaron el galpón donde se depositaba la cal; otros se introdujeron en el horno...improvisaron abrigos debajo de los árboles...formaron carpas con sábanas, amontonando baúles y cajones..”[8]

De este modo, en comunión obligada con la naturaleza, los colonos pasaban sus primeros días en las costas del río Uruguay, donde se halla actualmente la ciudad de Colón. Allí, siguiendo a Peyret, “la caza era abundante en la selva y en el campo donde los avestruces y los venados pastoreaban fraternalmente con las vacas y las yeguas. Los carpinchos y las nutrias pululaban en los arroyos; los patos en las lagunas; las perdices en los pajonales; bandadas de palomas y cotorras oscurecían el cielo, sin contar los tordos, los teruteros, los flamencos, las bandurrias y un sinnúmero de otras aves; de manera que los colonos, todos buenos tiradores, tenían como divertirse y añadir manjares suculentos a la ración de carne que se les distribuíra”[9]

No obstante, un movimiento más les esperaba, ya que, dadas las dificultades que la ribera presentaba para la actividad agrícola por sus características pedregosas, los lotes comenzaron a entregarse desde una legua de la costa hacia el oeste y luego hacia el norte, hasta el arroyo Perucho Verna.

Para el 3 de agosto las tareas de deslinde y amojonamiento de los lotes, que seguirían hasta fines de ese mes, ya ofrecían resultados concretos en tanto que las primeras familias comenzaban a tomar posesión de sus terrenos. El agrimensor Sourigues dejó la zona a fines de agosto de 1857, tras haber delimitado 160 parcelas, aunque no todas serían ocupadas en un primer momento.

Comenzaba entonces la tarea de la construcción, para lo cual era utilizada la piedra y la cal abundante en la región.

Por otra parte, durante el transcurso de aquel mes de julio arribaron al lugar otros contingentes originarios en su gran mayoría del Valais. “Llegaron –asevera Macchi- por lo menos dos expediciones más, una compuesta de 85 personas, el día 15, y la otra de 83, el 17”[10] . De ese modo el número de personas asentadas durante julio de 1857 en la región superó ligeramente las quinientas, grupo al que puede considerarse globalmente como fundador de la colonia, en tanto se completó cuando todavía los primeros inmigrantes arribados al lugar se hallaban provisoriamente alojados en la costa del río Uruguay y el agrimensor Sourigues avanzaba en su tarea de delimitación de los terrenos.

Allí estaban entonces los inmigrantes, con los pies sobre la tierra soñada. En su gran mayoría suizos del Valais, de habla francesa, en un 90% católicos, eran los fundadores de la colonia San José. Los que entonaran al partir las estrofas de la canción de Rudaz, los que la seguían cantureando en suelo entrerriano, como un himno de esperanza y sin imaginar siquiera que, generación tras generación, llegaría hasta nuestros días: “Nous partirons avec bonne espèrancè / Que Dieu là-bas nous préserve du malheur” (partiremos portando la buena esperanza / de que Dios nos preserve de los sinsabores).

Cada familia firmaba un contrato, cuyo texto se presentaba en castellano y en francés, y según el cual recibiría de Urquiza 16 cuadras de terreno, cien pesos que serían entregados a la administración y empleados por ella para comprar por cuenta de la familia y de un mutuo convenio objetos de primera necesidad, así como semillas, cuatro bueyes de labranza, dos caballos, dos vacas lecheras con su cría, madera y leña y la manutención de la familia durante un año desde su llegada a la colonia, a razón de diez libras de carne y tres libras de fariña por día para cinco personas adultas. Como contrapartida, quedaba establecido el plazo de cuatro años para el reembolso del capital y los intereses correspondientes a los citados rubros.

Por otra parte, los colonos tenían la obligación de permanecer en la tierra y trabajarla hasta la cancelación de la deuda y aun después, su venta quedaba condicionada a la predisposición del comprador a continuar desarrollando las tareas de agricultor en ella.

Quedaban de ese modo plantadas las semillas de la colonia San José: Aquellos hombres, mujeres y niños que a través del tiempo y las generaciones habrían de trocarse en raíces profundas y frutos saludables, intrínsecamente dotados de añoranza por su tierra madre y siempre renovadas esperanzas en el germen americano.

La administración, en un principio a cargo del mismo Sourigues, pasó a fines de 1857 a manos de su compatriota Alejo Peyret, quien había arribado al país cinco años antes, en tanto que los inmigrantes velaban por los intereses colectivos mediante el Concejo Municipal. El mismo estaba compuesto por cinco miembros, elegidos por sus pares de entre los colonos, con la capacidad de formular sus puntos de vista y objeciones a la administración y de presentar proyectos destinados al bien común.

No faltó el caso en el que la remembranza y el dolor del desarraigo resultaran insoportables, pero la mayoría enfrentó estoicamente el destino elegido.

No bastó entonces que la langosta y la sequía arruinasen la primera cosecha de maíz para doblegarlos; no fue suficiente que el administrador tuviese que pedir al presidente Urquiza una extensión de la manutención familiar de los agricultores, debido a esa cosecha malograda a tan solo un año de su asentamiento, para quebrar su moral.

Seguían trabajando en el maíz, el trigo, la papa, el algodón, el maní, el tabaco y, finalmente, en los árboles frutales; y sumaron maquinaria a su férrea voluntad y el incentivo financiero y moral del general Urquiza.

Con el devenir de los meses y de los años la colonia iba prosperando. Tanto es así que algunos de sus habitantes no se contentaban con manifestar su entusiasmo en las cartas que enviaban a sus familiares o amigos en Suiza, sino que los inducían a trasladarse al lugar. Estos incentivos, sumados al accionar de las agencias de emigración y del presbítero Lorenzo Cot, que en 1859 viajaba por orden de Urquiza a Suiza para activar la inmigración, y se encontraba inclusive con las autoridades del cantón del Valais, favorecieron el ingreso de nuevos grupos de emigrados suizos, en especial valesanos, al país y a San José en particular.

“Avant de partir dens le nouveau monde, / Buvons ensamble quelques verres de bon vin”, seguirían cantando los vecinos que años antes habían escuchado a Rudaz a la hora de la partida: Antes de partir hacia el nuevo mundo, que el vino llene nuestros vasos vacíos.

A fines de 1859 un grupo de valesanos partió de su tierra acompañando al presbítero Cot. “La primera expedición salió de Burdeos el 20 de septiembre; la componían 28 familias suizas, 3 saboyanas y 3 alemanas; en total, 179 personas. Llegaron el 8 de diciembre a San José”[11]. Otros grupos que llegaron a completar 1500 individuos eran de origen saboyano y piamonteses de apellido francés.

Entre junio de 1860 y octubre de 1861 siguieron ocho olas migratorias considerables[12].

En abril de 1861 comenzó a funcionar la escuela, cuya construcción estuvo a cargo de los mismos colonos. Más tarde se crearía la comisaría y el juzgado de paz (1862) y finalmente la municipalidad, por decreto del 11 de agosto de 1863.

Para entonces y como seis años atrás, aunque con la seguridad de un establecimiento organizado y un lugar que ya se comenzaba a conocer, los valesanos repetirían y enseñarían a sus hijos aquellos versos finales de la canción de Rudaz que hablaban de partir a la aurora y de brindar con el vaso pleno de vino sin dejar caer lágrimas y vivando a los americanos:

 

“Tenons-nous prêts à partir à l’aurore,

Chantons le verre tout plein de bon vin;

Nous I’avons dit, rèpètons-le encore:

Point de chagrin, vive les Amèricains!”




[1] Carron, Alexandre y Chistophe, Nos cousins D’Amerique, Histoire de émigration valaisanne au XIX siécie, tomo I, Editions Monographic S.A., Sierre, Suisse, 1990, p.95.

[2] Ibid., p.19.

[3] Schobinger, Juan, Inmigración y colonización suizas en la República Argentina en el siglo XIX, Instituto de Cultura Suizo-Argentino, publicación N° 1, Buenos Aires, 1957, p.103.

[4] Sobre este punto existen versiones encontradas. Una de ellas referida por Schobinger (ob.cit.) afirma que “tras una primera entrevista fracasada con Urquiza, obtuvo por consejo de Castellanos”, “la mediación del doctor Benjamín Victorica, yerno del general” y que el caudillo, “hasta entonces reacio a dejar invadir su provincia por los gringos, supo comprender que estaba en juego el prestigio del país y el suyo propio”. La otra, sostenida por Macchi (Urquiza colonizador) desde su apologética visión de Urquiza, asegura que no se ha encontrado en el archivo del Palacio San José ninguna referencia sobre la negativa inicial del presidente da la fundación de la colonia. Lo cierto es que Back obtuvo el apoyo necesario.

[5] Ibid., p.101.

[6] Macchi, Manuel E., Urquiza colonizador. La Colonia San José. Fundación de la ciudad de Colón, Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, Palacio San José, Museo y Monumento Nacional “Justo José de Urquiza”, serie III, N° 3, Buenos Aires, 1949, p.47.

[7] Ibid., p.48.

[8] Peyret, Alejo, Una visita a las colonias argentinas, Tomo I, Buenos Aires, 1889, p.10.

[9] Ibid., p.10.

[10] Macchi, Manuel E., Ibid., p.52.

[11] Schobinger, Juan, Ibid., p.107.

[12] En uno de estos contingentes inmigraban varias familias del alto Valais, protestantes de habla alemana, que constituirían una minoría en la colonia San José.

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* Publicado en la revista “Todo es Historia”, Nº 316 (páginas 82 a 85), Buenos Aires, noviembre de 1993.

 

* Publicado en portal “Apellidos Italianos. Genealogía Italiana en Español…y más”, agosto de 2021. En línea http://apellidositalianos.com.ar/los-valesanos-tras-la-esperanza-americana.html (Consulta: 18-09-2021)

 


martes, 22 de noviembre de 2016

Periodismo, historia y "Humanidades Digitales"



   En la edición de octubre de 2016 de la revista “Ensayos Académicos” se ha publicado el artículo “Humanidades digitales al alcance de todos” (páginas 105-111).

    Con asiento en la praxis, pero también con el sostén de referencias teóricas, se presenta a las humanidades digitales como  “la libre asociación entre todo tipo de contenidos humanísticos y los recursos de variada índole que ofrece, y promete en el futuro inmediato,  el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones”.

    “Son parte viva y práctica –asevera Jorge Padula Perkins- del proceso de desarrollo de la sociedad, que nos involucra pasiva o activamente, en mayor o menor medida, de uno u otro modo, con o sin consciencia de ello”.

    Las claras relaciones entre el periodismo, su historia y la historia en general con los recursos digitales, todo dentro del amplio concepto de Humanidades Digitales, hace adecuado traer a este espacio la publicación original y su transcripción, que aquí se presenta.


Transcripción del texto completo 

“Humanidades digitales” al alcance de todos.

Jorge E. Padula Perkins

En todos los tiempos, las actividades humanas se han apropiado de las tecnologías disponibles, de las herramientas de cualquier tipo susceptibles de ofrecer aplicaciones que facilitaran, mejoraran o contribuyeran al conocimiento, la indagación y la difusión de la materia en cuestión, cualquiera que ella fuere.

La información y las comunicaciones han recibido con beneplácito y asimilado con fruición los desarrollos informáticos y el surgimiento de Internet, desde sus primeros pasos hasta la actualidad en renovación constante.

Así “lo digital” (como  referencia abreviada a la representación de información de modo binario, como base del funcionamiento de las computadoras y también a los sistemas de transmisión de datos mediante circuitos y señales) se ha puesto en primer plano en los más diversos órdenes de la actividad humana, teórica y práctica, casi sin exclusiones.

En el mundo digital se desenvuelve el comercio, la operatoria bancaria, el periodismo, las artes, la historia, la filosofía, el turismo, la medicina, el derecho, la política. La cultura en todas sus facetas.

En ese marco de referencia y en un sentido amplio encuentran su espacio en la escena académica e intelectual, las “Humanidades digitales”, una denominación que, tomando como base la tradicional acepción de humanidades como el “conjunto de disciplinas literarias, artísticas, filosóficas e históricas”, la asocia a las posibilidades de interacción, comunicación, divulgación, investigación y estudio que ofrecen las nuevas tecnologías.

A partir de ese sencillo vínculo entre las humanidades y lo digital, expertos provenientes de diversas disciplinas pujan por proponer expresiones que lo definan.  En tal sentido, la revista española ArtyHum ha editado, a fines del 2015, un monográfico de 113 páginas titulado “La realidad de las Humanidades Digitales en España y América Latina” en el que reconocidos estudiosos ofrecen valiosas descripciones y definiciones sobre el tema.

A mi entender, la era digital es a nuestros días lo que la invención de la imprenta a la sociedad del Siglo XIX, que bien pudo acuñar la expresión “Humanidades Impresas”. Ello desde una perspectiva de incidencia psicosocial y más allá de los cambios de paradigmas simbólicos y de las lecturas no lineales que, entre otros elementos, caracterizan a nuestra contemporaneidad en materia de comunicaciones.

En este contexto, y como asevera Fainholc (2004), no hay que perder de vista que “la construcción del conocimiento –y la creatividad, me permito agregar- es tarea de las personas y no de los aparatos” ya que se ponen en juego “los conocimientos que posee el sujeto, sus experiencias previas, su selectividad referida al contenido lógico-simbólico y a lo tecnológico de los programas informáticos de que se trate y que posibilitan el establecimiento de links, animaciones, interacción conectiva a otras direcciones de Internet, etc., a lo cual habrá que sumar lo socioemocional-idiosincrático de cada quien, la pertenencia a un grupo cultural, etc.” (ídem.).

Como alguna vez ha escrito Piscitelli (2013) “Quizás lo que mejor defina a las humanidades digitales no sean tanto las tecnologías a las que recurre (innumerables y volátiles), ni los métodos (que provienen de los campos consagrados más diversos), sino cierto `encuentro´ alegre y juguetón con la representación digital en si misma”

Interpretada la cuestión como una simple asociación entre contenidos y recursos tecnológicos (tal y como históricamente ha sucedido), me permito proponer a las “Humanidades Digitales” como la libre asociación entre todo tipo de contenidos humanísticos y los recursos de variada índole que ofrece, y promete en el futuro inmediato,  el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones.

No obstante la simplicidad que entonces implica hablar de “Humanidades Digitales”, los ámbitos académicos proponen análisis, congresos y seminarios, cátedras específicas y hasta titulaciones de posgrado para la materia.

Lejos de ese abordaje, esta nota intenta patentizar la cercanía de cualquiera de nosotros, poeta, cantante, compositor, escritor, autor, artista plástico, historiador, filósofo, sociólogo, psicólogo o jurista (sin pretender agotar la nómina) tiene o puede tener con las “Humanidades Digitales” en tanto utilice la herramienta informática y vehiculice sus creaciones a través de Internet.

Y en tanto su presencia en la Web se incrementa y solidifica, también el usuario o consumidor, receptor no especializado (quizá pasivo, tal vez interactivo) se vincula de manera indubitable, consciente o inconsciente, con las “Humanidades Digitales”.

Resulta paradójico el modo tradicional a través del cual “actores u observadores de las digital humanities (Humanidades Digitales)” reunidos en París con motivo de un taller denominado THATCamp, en los días 18 y 19 de mayo de 2010, buscan su espacio y sentido emitiendo un denominado “Manifeste des Digital humanities” (Manifiesto por unas Humanidades Digitales). Esto es, una exposición escrita sobre las motivaciones (Contexto, Definición, Situación, Orientaciones), que culmina un llamado de profundo contenido expresivo y simbólico: Rejoignez-nous ! (¡Únete a nosotros!). Esto es, al más puro y clásico estilo de los manifiestos políticos, artísticos y sociológicos de los Siglos XIX y XX.

La bibliografía y otras fuentes que nos provee precisamente la tecnología a través de la búsqueda en Internet muestra, por un lado la unicidad de criterio en cuanto a lo antes referido respecto de las “Humanidades Digitales” y por otra parte, la especificidad que las mismas adoptan en relación con las distintas áreas del saber, el estudio, la investigación, el conocimiento y la creación.

De hecho son realidades y usos muy diferentes los que se enmarcan en la asociación entre las nuevas tecnologías o “lo digital” y las múltiples ramas de las humanidades.

Algunas manifestaciones de las “Humanidades Digitales” en la web.

Publicaciones de envergadura como “Letralia. Tierra de letras”, revista literaria de los escritores hispanoamericanos en Internet, en línea desde el año 1996 (desarrollada desde Cagua, Aragua, Venezuela, que con un paréntesis técnico entre el 2000 y el 2003 continúa editándose hasta nuestros días); “Ensayos Académicos” publicación anual del Instituto Superior Pedro Goyena de Bahía Blanca, Argentina, nacida y editada durante más de diez años en papel y finalmente consolidada en línea a partir del 2014 o “ArtyHum”, revista digital de artes y humanidades producida mensualmente en Vigo, Pontevedra, España, desde el 2014, pueden citarse (cada una en su categoría y condición) como ejemplos de la calidad profesional de las publicaciones que pueden encontrarse en Internet. Son aportes y modelos del ejercicio diferenciado y específico de las “Humanidades Digitales”.

En otras áreas, archivistas, historiadores y bibliotecarios, por ejemplo, destacan las posibilidades de digitalización de incunables y documentos originales para hacerlos visibles y circulantes, en principio dentro de los ámbitos académicos y finalmente accesibles a la sociedad toda. Por citar solo un ejemplo, el manuscrito conocido como "Vergilius Vaticanus" (año 400), con fragmentos de la obra del poeta romano Virgilio (nacido en el año 70 a.C.) ha sido digitalizado y está disponible en línea de manera libre y gratuita.

Los artistas plásticos ya disponen de plataformas a través de las cuales exhibir reproducciones fotográficas y vender los originales de sus pinturas y esculturas.
Museos, edificios y sitios históricos pueden ser “recorridos” en paseos virtuales tridimensionales de impactante calidad visual desde las computadoras personales de cualquier individuo conectado a Internet.

La popular red social de videos Youtube ofrece innumerables posibilidades de acceso a realizaciones audiovisuales de variado contenido y calidad (cine, video, música, tutoriales, documentales, etc.), de carácter profesional o amateur.

El desarrollo de blogs personales también constituye un abanico de información, creatividad, imaginación, arte, política, filosofía, historia, literatura, etc. que con variado grado de profesionalismo, arte o maestría, son socializados a través de Internet.
Inclusive la red Facebook, ampliamente conocida y difundida, hace de cada usuario un productor cultural que comunica ideas y pensamientos, posiciones políticas o filosóficas, criterios estéticos, lenguas, usos y costumbres, etc. propios o ajenos.

Second Life (segunda vida) es un interesante ejemplo de combinación de juego con contenidos culturales. Se trata de un mundo virtual tridimensional. Para los entendidos en la materia, más específicamente un “metaverso” (un universo abstracto, digital y paralelo) en donde, previa inscripción y mediante la utilización de un “avatar” (protagonista virtual personalizado) se pueden ejecutar acciones semejantes a las de la vida real.

Pero, más allá de sus capacidades lúdicas, este producto de Linden Lab en línea desde el año 2003, admite y ha recibido propuestas culturales de diversa índole, que van desde recitales de música hasta un museo virtual como es la Casa de Canarias en Second Life (que no solo participa del “metaverso” sino también reproduce alguna acciones a través de videos disponibles en su blog). La Casa de Canarias en Second Life es un espacio abierto a todas aquellas personas interesadas en el archipiélago y su cultura. Un punto de referencia canario en esta sociedad virtual, en donde tienen cabida tertulias, presentaciones de libros, exposiciones, revistas de actualidad y otras manifestaciones culturales referidas a las Islas Canarias.

Más allá de sus fallas de seguridad (ha sufrido, por ejemplo, modificaciones de carácter difamatorio o agresivo en biografías de personajes políticos) y sus características intrínsecas de apertura y producción colectiva sin restricciones (cualquier usuario puede incluir información no sujeta a revisión, salvo la de otros usufructuarios que pudieran detectar errores con posterioridad) que reducen notablemente la credibilidad de sus contenidos, la enciclopedia virtual “Wikipedia” es un modelo de tarea colaborativa en línea. Esto es así en tanto se trata, como se dijo, de un compendio de información provista e ingresada al sistema por contribuyentes individuales de todo el mundo. Mostrada como una enciclopedia de contenido libre, tiene una presencia destacada en Internet y ubicación privilegiada en los resultados de las búsquedas. Se desarrolla en varios idiomas y alberga infinidad de entradas y enlaces internos y externos sobre las temáticas más variadas, al igual que biografías de personas con actuación (destacada o ignota) en las artes, las letras, la política, el cine, la medicina, la filosofía, la sociología, el teatro, etc.

Condiciones de accesibilidad a las “Humanidades Digitales”.

Siguiendo el planteo de Tedesco (2005) sobre condiciones básicas de educabilidad en un marco de equidad social (que supone como mínimo un desarrollo cognitivo asentado en  una sana estimulación afectiva, buena alimentación y condiciones sanitarias adecuadas y una socialización primaria que incluye rudimentos de un marco básico que permita a los niños insertarse en la escuela primaria), no se puede eludir el hecho de que, para que exista un vínculo amigable y significativo entre las personas (en forma individual o colectiva) y las “Humanidades Digitales”, deben darse tales condiciones de accesibilidad y otras más específicas.

Al respecto señalaré algunas y dejaré otras a la libre imaginación del lector o a la especificidad del uso o interés que en materias o casos específicos pudieran patentizarse: Comprensión de textos, dominio del vocabulario, internalización del “aprender a aprender”, hábitos de estudio e investigación, habilidades para el ordenamiento y la estructuración lógica de conceptos, cultura general, sensibilidad estética, habilidades para el uso de herramientas informáticas, capacidad para la asimilación y comprensión de propuestas diferentes (Padula Perkins, 2008).

Parafraseando a Tedesco (ídem) y a un interrogante propio, dejaré pendiente la respuesta a esta pregunta: ¿Cuánta equidad social es necesaria para el aprovechamiento exitoso de las “Humanidades Digitales”?

Como puede notarse (dadas ciertas condiciones básicas), de las “Humanidades Digitales” son protagonistas, usuarios, desarrolladores y beneficiarios, tanto quienes actúan en ámbitos académicos, como quienes están ajenos a ellos. La comunicación se ha tornado multidireccional y todas las personas tienen la posibilidad de ser no solo receptores sino también emisores.

En ese contexto, se presenta el desafío de tener que distinguir y seleccionar entre la riqueza y la pobreza de contenidos. El reto personal de valoración de las fuentes y cotejo de información en el caso de estudiosos o investigadores.  La posibilidad de enfrentarse a expresiones artísticas desconocidas y tener que valorarlas por si mismas, sin los contextos físicos o informativos que tradicionalmente las rodeaban y/o precedían. De ser, como el “oyente emotivo” de la clasificación en la que Theodor Adorno ubicaba a los oyentes de la música: Desinformado y por lo tanto abierto a valorar a través de su propia emoción (Monjeau, 2008).

Aquí aparece la importancia del bagaje de conocimientos con el cual los grupos sociales y los individuos se enfrentan a lo que las “Humanidades Digitales” les ofrecen. De esa capacidad se desprende el grado de reconocimiento, beneficio y asimilación cultural que pueda ponerse en acción en la búsqueda y aprovecharse ante los hallazgos.

Si bien Internet revierte en gran medida “el monopolio de hechos de los medios de producción y difusión a gran escala de la información” que preocupara a Bourdieu (2007), acentúa la importancia de las condiciones de producción que generen el acceso al conocimiento, si se pretende que “cada vez más gente reúna las condiciones necesarias para apropiarse de lo universal” (ídem), dado que “democratizar y afianzar la sociedad del conocimiento no implica solo el acceso a las tecnologías”, como advierte Fainholc (2004), sino también “comprenderlas, apropiarlas crítica y reflexivamente y otorgarles un sentido personal y sociocomunitario” (ídem.).

Debe entenderse también que el vínculo entre las “Humanidades Digitales” y las personas y grupos requiere de un deseo, gusto o necesidad (explícito o implícito) de parte de éstos. Ya que es a partir de una realidad conocida y reconocida, desde donde se estimula la identificación de los actores como sujetos participantes de la cultura y pueden ponerse en acto “mecanismos de empatía y motivación tendentes a incentivar su participación en vivencias culturales novedosas que los enfrenten con situaciones hasta entonces ocultas en la negación o en la ignorancia” (Padula Perkins, 2015).

“Humanidades Digitales” en una experiencia personal.

Como autor de letras de canciones, he podido hacer un abordaje empírico sobre algunos aspectos de las “Humanidades Digitales” que, en base de un artículo publicado al respecto, voy brevemente a comentar (Padula Perkins, 2016).

El desarrollo tecnológico del que se ha dado cuenta precedentemente fue ofreciendo, en distintas y distantes etapas, herramientas para la mediatización del vínculo creativo entre el autor y el compositor. En la actualidad las nuevas tecnologías permiten superar tiempos y distancias con facilidad. Autores y compositores que no se conocen personalmente, que viven a miles de kilómetros de distancia o que aun estando relativamente cercanos no pueden hacer coincidir sus tiempos disponibles para concretar encuentros personales, hallan en estas tecnologías (archivos de audio, programas para escritura de partituras, correo electrónico, Skype, Facebook, Youtube, etc.) a mediadores amigables y sumamente prácticos a la hora de adentrarse en el proceso de producción artística.

En relación con los intérpretes, también las tecnologías cumplen un rol importante ya que en muchos casos los compositores graban pistas que, siempre a la distancia, envían a los cantantes para  que graben sobre ellas su voz (e inclusive algún otro instrumento). Obviamente, también puede vehiculizarse con facilidad la partitura escrita o cualquier otro tipo de notación musical.

Las posibilidades de comunicación entre autor y/o compositor e intérpretes tendrán formas semejantes a las ya mencionadas, amén de la libertad de la que estos últimos deben gozar para formular su arte desde una perspectiva personal y también creativa.

En cuanto a la protección del derecho de autor, más allá de la vigencia y funciones legales y operativas de las sociedades de autores y compositores que en cada país nos representan, Internet ofrece modernas formas de protección de los derechos morales. A modo de ejemplo valga mencionar sitios como Safe Creative, Creative Commons o Músicas Registradas. Con distintas características y formas de funcionamiento, este tipo de espacios resulta apto para la protección de los derechos básicos, aunque no así para los económicos, que son materia exclusiva de las sociedades de autores y compositores que no solamente resguardan derechos sino también actúan como entidades recaudadoras.

Finalmente y dentro del contexto de las piezas musicales, cabe la mención de las amplias posibilidades de difusión de obras que Internet ofrece. Espacios tales como Youtube (video), Reverbnation (audio) son paradigmáticos entre muchos otros aptos para la difusión de material audiovisual y de sonido. Secundariamente, las piezas alojadas en esos sitios pueden luego ser compartidas y reproducidas (mediante enlace o inserción) en blogs, medios periodísticos y redes sociales como Facebook (que también puede alojar videos de manera directa), Twitter o Google +, entre otras.

Otra alternativa para la difusión de composiciones musicales es la de la generación de códigos QR, del inglés Quick Response (código de respuesta rápida), que es un módulo para almacenar información en una matriz de puntos o en un código de barras bidimensional. Ello permite la lectura (y consecuente acceso directo) a través de teléfonos celulares.

Como puede advertirse a través de esta experiencia personal, en el campo de las “Humanidades Digitales”, la creación de autores y compositores de música y su socialización a través de los intérpretes (como así también de la difusión de letras y partituras) forma parte de una realidad cotidiana y fácilmente apreciable en las redes sociales.

No está demás decir que las canciones, la música popular, es emergente y transporte de culturas en sus más diversas manifestaciones, que van desde la significatividad del género musical (o su ruptura, creación o recreación), hasta los contenidos emocionales, sociales, históricos, psicológicos, geográficos y de otro tipo que estuvieran tácita o explícitamente incluidos en las letras.

Comentario final pero no de cierre.

Como se ha podido advertir, el de las “Humanidades Digitales” es un mundo cercano, a la vez académico y popular, tanto como lo son las humanidades (que remiten de uno u otro modo a nuestra propia condición de persona) y “lo digital” (presente en el cotidiano quehacer de millones de ciudadanos del mundo).

Las “Humanidades Digitales” son parte viva y práctica del proceso de desarrollo de la sociedad, que nos involucra pasiva o activamente, en mayor o menor medida, de uno u otro modo, con o sin consciencia de ello.

Las “Humanidades Digitales” no son una oscura materia de estudio destinada a élites específicamente formadas e informadas al respecto. Son expresiones,  diversas y en constante cambio, de la riqueza de la filosofía, del arte, de la historia, de las letras y de otras manifestaciones del pensamiento y de  la creatividad humana puestos en acto  y disponibles de manera cada vez más accesible para todos.

“Humanidades Digitales” al alcance de todos. Un camino a recorrer desde lo individual y colectivo en la sociedad del conocimiento.



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Fainholc, Beatriz. Lectura crítica en Internet – Análisis y utilización de recursos tecnológicos en educación, Homo Sapiens, Rosario, Argentina, 2004.

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Piscitelli, Alejandro. ¿Cómo definir a las Humanidades Digitales? ¿O no definirlas? Cátedra Datos. En línea.   http://catedradatos.com.ar/2013/09/como-definir-a-las-humanidades-digitales-o-no-definirlas/   (Consulta: 22-07-2016)

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Revista “Ensayos Académicos” (Bahia Blanca, Buenos Aires, Argentina) 

Revista “ArtyHum” (Vigo, Pontevedra, España) https://www.artyhum.com/





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